Kepler 10c, descubierta la primera «mega tierra»en la costelacíon Draco
Ante
la sorpresa de los cientos de astrónomos que asisten estos días al
encuentro anual de la Sociedad Astronómica Americana (AAS), un equipo de
investigadores del Centro Harvard-Smithsonian de Astrofísica (CfA) ha
anunciado el descubrimiento de un nuevo tipo de planeta. Se trata de un
mundo sólido y rocoso, pero con una masa equivalente a la de 17 tierras,
algo nunca visto hasta ahora y que, además, parecía imposible.
Y es que, por lo que sabemos hasta el momento, un planeta así no debería
haberse formado nunca, ya que algo tan enorme habría tenido que atraer
grandes cantidades de hidrógeno y convertirse, como es lo habitual, en
un gigante gaseoso similar a Júpiter. Pero nunca en un planeta rocoso
como el nuestro. Kepler 10c, sin embargo está ahí. Es sólido y mucho
mayor que cualquiera de las “super tierras” descubiertas hasta ahora.
Tanto, que ha dado lugar a una nueva categoría: las “mega tierras”. “Nos
quedámos atónitos cuando nos dimos cuenta de lo que habíamos encontrado
-afirma Xavier Dumusque, autor del hallazgo y director del estudio-.
¡¡¡Es el Godzilla de las Tierras!!! Aunque, a diferencia del monstruo
del cine, Kepler 10c tiene implicaciones positivas para la vida”.
El nuevo planeta orbita una estrella muy parecida al Sol una vez cada 45
días, es decir, extraordinariamente rápido para un mundo de su masa. Se
encuentra a unos 560 años luz de distancia, en la constelación de
Draco, y forma parte de un sistema al que también pertenece un mundo de
lava con tres masas terrestres (Kepler 10b), que completa una órbita en
apenas 20 horas. Como su propio nombre indica, Kepler 10c fue visto por
primera vez por los instrumentos de la sonda Kepler, una nave
especialmente diseñada para la búsqueda de exoplanetas y que ya ha
localizado casi 3.000 mundos fuera de nuestro Sistena Solar.
Para detectar planetas, Kepler utiliza el método del tránsito, que
consiste en medir las ligeras variaciones del brillo de las estrellas
cuando un planeta pasa delante de ellas. Midiendo ese pequeño
oscurecimiento, los astrónomos pueden calcular el tamaño del planeta que
lo ha causado, y también su diámetro, aunque no pueden saber si se
trata de un mundo sólido o gaseoso.
Se sabía, pues, que Kepler 10c tiene un diámetro de casi 30.000 km (2,3
veces el de la Tierra), lo cual le colocaba en una categoría de mundos
llamada “mini neptunos”, dotados de gruesas envolturas gaseosas. Para
conocer su masa, el rquipo capitaneado por Dumusque decidió utilizar el
instrumento HARPS-North del Telescopio Nazionale Galileo, en las islas
Canarias. Y hallaron que pesaba 17 veces más que la Tierra, es decir,
mucho más de lo que se esperaba. Lo cual era una demostración clara de
que Kepler 10c era mucho más denso que un mundo gaseoso, y que estaba
compuesto de rocas y otros materiales sólidos. “Kepler 10c no ha ido
perdiendo su atmósfera a lo largo del tiempo. De hecho, es lo
suficientemente masivo como para retener la suya, si es que alguna vez
llegó a tenerla -explica Dumusque-.
Debió de formarse tal y como lo vemos ahora”. Las teorías vigentes
sobre la formación de planetas se enfrentan ahora a la dificultad de
explicar cómo es posible que un mundo rocoso tan grande haya conseguido
formarse. Y lo que es más, nuevas observaciones apuntan a que no está
solo. Durante la misma reunión de la AAS, en efecto, otro astrónomo,
Lars A. Buchhave, afirmó haber hallado una correlación entre el período
de un planeta (el tiempo que tarda en completar una órbita alrededor de
su estrella) y el tamaño a partir del cual ese planeta comienza su
transición de sólido a gaseoso.
Lo cual sugiere que a partir de ahora, si los astrónomos extienden sus
búsquedas, podrían empezar a aparecer muchas más “mega tierras”. El
hallazgo de que Kepler 10c es una mega tierra tiene también profundas
implicaciones en nuestro conocimiento de la historia del Universo y en
las posibilidades de que surja la vida. De hecho, el sistema al que
pertenece Kepler 10c (llamado Kepler 10), tiene unos 11.000 millones de
años de antigüedad, lo cual significa que se formó menos de 3.000
millones de años después del Big Bang. El Universo primitivo sólo
contenía hidrógeno y helio. Los elementos pesados que se necesitan para
formar planetas rocosos, como el silicio o el hierro, no existían al
principio, y tuvieron que ser creados en los hornos de fusión de las
primeras generaciones de estrellas.
Cuando esas estrellas explotaron, diseminaron esos ingredientes
esenciales a través del espacio, de forma que (como sucede con nuestro
Sol) se incorporaron a las nuevas generaciones de estrellas y
permitieron la formación de planetas.
Pero este proceso necesita muchos miles de millones de años para
completarse. Y Kepler 10c demuestra que el Universo ya era capaz de
formar mundos rocosos incluso en un tiempo en que los materiales pesados
resultaban muy escasos. La mera existencia de Kepler 10c, pues, nos
dice que planetas rocosos como la Tierra pudieron formarse mucho antes
de lo que pensábamos. Y si puedes fabricar rocas, también puedes
fabricar vida.
La investigación implica que, a partir de ahora, los astrónomos no
deberían descartar las estrellas más viejas, como sucede ahora, cuando
buscan exoplanetas similares a la Tierra. Si las estrellas más antiguas
también pueden tener planetas sólidos, entonces las posibilidades de
encontrar mundos habitables cerca de nosotros acaban de dispararse.
Publicado el 2 de junio de 20149 comentarios Etiquetas: exoplaneta ,
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